Page 79 - Vida de San Agustín_Neat
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“hiporegius”. Solo Agustín y sus monjes organizaban aquella

                  ciudad vuelta un desorden, mientras era cercada.




                  De Roma el Santo Padre envió navíos para recoger al gran


                  obispo,  a  su  familia  y  los  grandes  escritos,  que,  entre  los

                  momentos  de  descanso  y  por  las  madrugadas  lograba


                  trabajar.  ¡Cuánto  escribió  este  hombre!  Su  pluma  fue  su

                  espada.




                  Los navíos estaban en el puerto a la espera del santo con sus

                  escritos y su familia, para trasladarlos y ponerlos a salvo. Mas


                  el amor por su pueblo; por sus hijos, santos y pecadores, le

                  obligó  a  llenar  las  barcas  de  personas  vulnerables  para


                  protegerlos de lo que allí estaba pasando.

                   Él decidió quedarse y correr la suerte de su pueblo. Todavía


                  pasó otro tiempo, y Agustín logró estar con sus fieles, en los

                  momentos más difíciles del cambio. Hasta que un día, todos


                  corrían como aquel día en que la partera asustada, no sabía

                  qué  hacer,  y  Mónica  con  el  dolor,  esperando  verlo  nacer.

                  Nuevamente, Agustín luchaba por salir hacia una nueva vida.


                  En  su  habitación,  en  el  lecho  de  muerte,  mandó  colocar

                  salmos  penitenciales  que  le  indicaban  el  camino  que  debía


                  seguir.






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