Page 30 - Gaceta Punto y Aparte covid 19
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-Ya ves que dicen que ni sirve. Además, cuando nos llega, aunque te quites.
Ella se dio la vuelta. Se irritó.
-Ay, contigo. Por favor ya deja de andar creyendo esas estupideces. Ese bicho
ya está matando gente y tú todavía andas con tus tonterías.
Dos sombras oscuras se acercaron a la puerta. Luego una voz.
-¡Rey, vente vamos al billar!
Ella giró la cabeza, se adelantó y gritó.
-¡El Rey tiene cosas que hacer! ¡Ya dejen de joder, cabrones!
Afuera, las sombras negras soltaron la carcajada y desaparecieron con cierta
prisa.
-¡Déjalo, lo manda la vieja!- se alcanzó a escuchar entre el ruido de los
trancos.
-¡Ay con esos pendejos! ¡Si se contagian ya los veré! ¡Pinches irresponsables!
Ni siquiera habían pasado 5 días de la última invitación al billar. Todo empezó
el jueves siete de mayo por la noche. Inexplicablemente, en el cuerpo de
Reynaldo, se disparó la temperatura hasta que empezaron a sonar las muelas.
Incluso, se detenía la quijada con sus dos manos y aun así sonaban los dientes.
Teodora, con pocos resultados, intentó bajar la fiebre con compresas de agua
fría en la frente. El médico llegó el viernes ocho. Ya casi se iba a ocultar el
sol cuando arribó. El doctor entró a la única recamara que había. Más que
médico, el hombre parecía astronauta azul. Caminaba con las piernas abiertas.
Adentro, junto a la ventana que daba a la calle, estaba la única cama que había
en la casa. Dos camas ya no hubieran cabido en ese sitio. A un lado de la
cabecera, yacía una silla desventurada con unos medicamentos comunes. Solo
aspirinas y un tónico. Junto a los medicamentos, una jarra transparente con
agua.
Después de algunas preguntas de rigor, el medico se quitó los guantes, los
introdujo a una bolsa de plástico y salió de prisa de la habitación. De pie
escribió y firmó una receta que extendió a la mujer. Con manos trémulas y
temblorosas, ella tomó el papel. El facultativo abrió su maletín y ella depositó
el dinero.
-¿Cree usted que sea eso, doctor?.
Sus ojos del médico brillaron debajo de la careta. Apenas y bufó dentro del
traje. Algo terminó de anotar a pesar de la mirada aprehensiva de Teodora.
Después habló.
- No sé. Necesitan ir al hospital para que le hagan la prueba. Pero todo indica
que es eso.
Reynaldo se revolvió. Con nitidez había escuchado lo que dijo el galeno.
Sintió un terrible desguanzo. Algo le quemaba las entrañas desde la noche
anterior. Tenía sed, mucha sed. No le habría alcanzado la existencia para
comprender lo que estaba sucediendo. Desde dentro de las tinieblas de la
Punto y Aparte. 16 años. Pandemia 2020. COVID-19 35
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