Page 87 - En el corazón del bosque
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en volver. De hecho, ni siquiera bajó a cenar aquella noche, y escuchó a través
      de la puerta cuando oyó a su padre hablar por teléfono.
        —Muy bien, esperaré —le decía a su interlocutor—. Con un poco de suerte
      dormirá y mañana podremos hablar con él.
        Noah estaba seguro de que no conseguiría dormir, pero resultó que estaba tan
      agotado que cuando se metió en la cama, nada más tocar la almohada, se sumió
      en un sueño oscuro, del que estuvo encantado de despertar cuando una mano lo
      sacudió por el hombro unas horas después.
        La  habitación  todavía  estaba  en  penumbra,  de  modo  que  supo  que  aún  no
      había  amanecido,  pero  había  una  persona  sentada  en  la  cama  a  su  lado,
      respirando con suavidad. Se incorporó asustado y encendió la luz de la mesita de
      noche.
        —¡Mamá! —exclamó, aunque le fue difícil abrir los ojos con aquel repentino
      resplandor—. Has vuelto.
        —Dije que volvería, ¿no? —susurró ella—. En realidad no debería estar aquí,
      pero no podía permanecer más tiempo lejos. De ti, quiero decir. No sé qué dirá tu
      padre cuando despierte y descubra que he vuelto a casa.
        —Te  he  echado  de  menos  —dijo  Noah  rodeándola  con  los  brazos,  pero,  a
      pesar de lo contento que estaba, seguía muy cansado y le habría gustado volver a
      dormir y hablar con ella por la mañana, ya levantado y vestido—. ¿Qué hora es?
        —Aún es de madrugada —contestó ella, inclinándose para darle un beso en la
      coronilla—. Pero quería enseñarte algo.
        Noah echó un vistazo al reloj de la mesita de noche y esbozó una mueca.
        —Ya lo sé, ya lo sé —lo tranquilizó su madre antes de que pudiese decir nada
      —. Pero confía en mí, valdrá la pena.
        —¿No podemos hacerlo más tarde?
        —No; tiene que ser ahora. Vamos, Noah, por favor. Levántate. Te prometo
      que no te arrepentirás.
        El niño asintió con la cabeza y se levantó, y los dos bajaron por la escalera y
      salieron  por  la  puerta  principal  para  dirigirse  a  un  extremo  del  jardín,  desde
      donde se veía el horizonte a través de los árboles del bosque. La hierba estaba
      húmeda, y a Noah le gustó la sensación y presionó los dedos de los pies sobre la
      tierra.
        —Ahora, mira —dijo su madre.
        Él fijó la vista en la oscura distancia, sin saber qué se suponía que debía ver.
      Tragó saliva y bostezó, y luego volvió a bostezar, preguntándose cuándo podría
      volver a la cama. Oyó un susurro en la hierba a su derecha, y apareció un zorro
      marrón oscuro con una llamativa franja blanca en el lomo. Le sostuvo la mirada
      durante un largo momento, y a continuación desapareció entre las hierbas altas
      que separaban su casa del bosque.
        —¿Qué más se supone que he de ver? —preguntó.
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