Page 89 - En el corazón del bosque
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20. Noah y el viejo
—Creo que empiezo a entenderlo. Puede ser una vida muy solitaria, cuando uno
deja atrás a toda la gente que quiere. Tienes que estar muy seguro de lo que estás
haciendo. Llega un momento en que es demasiado tarde para volver a casa.
—Pero usted volvió —señaló Noah—. Cumplió su promesa. Una vez que
hubo recibido la carta en que le decían que su padre estaba enfermo, regresó a su
casa.
—La cosa no es tan sencilla —repuso con tristeza el anciano, tendiendo una
mano para agarrar otra madera y estudiarla un rato antes de empezar a tallar un
par de piernas en la base—. En realidad, todavía no he acabado mi historia. Pero
mira qué hora es. ¿No crees que sería buena idea no escaparte, después de todo?
Aún puedes llegar a casa antes de que oscurezca, si quieres hacerlo.
—Creo que si volviera a casa ahora tendría serios problemas —respondió
Noah, que parecía un poco arrepentido—. Será mejor que siga con mi plan
inicial.
—Estoy seguro de que tus padres te perdonarían. Estarían encantados de
tenerte de vuelta.
Noah lo pensó un poco. Aunque sólo llevara unas horas lejos de casa,
empezaba a echarla de menos. Pero, cada vez que pensaba en su casa, pensaba
también en que regresar supondría enfrentarse a las consecuencias de su acto, y
no sabía si estaba preparado para eso.
—Pero ¿por qué no? —preguntó el viejo sorprendiendo a Noah, que estaba
seguro de no haber hablado en voz alta—. ¿Qué consecuencias serían ésas?
—Malas —contestó el niño.
—¿Cómo de malas?
—¿De verdad nunca tuvo madre?
—No, nunca —repuso el viejo con voz triste—. Sólo un padre. Deseé muchas
veces tener una madre, por supuesto. Siempre he pensado que la mayoría de
ellas parecen personas muy agradables. Hasta hoy, claro.
—¿Por qué? ¿Qué tiene hoy de distinto?
—Bueno —contestó el anciano sonriendo—, estás contándome todas esas
historias maravillosas sobre tu madre, sobre lo buena y atenta que se mostraba
contigo, y sin embargo has huido de ella. Sólo puedo deducir que no es tan
agradable como la pintas.
—¡Pero eso no es así! —exclamó Noah con tono de frustración, y se puso en
pie para acercarse a la ventana; advirtió que en la calle había una especie de
alboroto—. Mire, hay un montón de gente reunida ahí fuera.
Bajó la vista hacia la pequeña multitud plantada enfrente; miraban hacia la
juguetería y tomaban notas. El perro salchicha que tan servicial se había
mostrado con él estaba entre ellos, cada vez más enérgico a medida que discutía