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María quizá debía estar en alguna de las habitaciones de arriba. Quizá por mi cara

                    escrutadora, Hunter me dijo:
                       —Acá hay varios dormitorios. En realidad la casa es bastante cómoda, aunque

                    está hecha con un criterio muy gracioso.
                       Recordé que  Hunter era arquitecto. Habría que  ver qué entendía por
                    construcciones no graciosas.

                       —Este  es el viejo  dormitorio  del abuelo y ahora lo ocupo yo —me explicó
                    señalando el del medio, que estaba frente a la escalera.

                       Después me abrió la puerta de un dormitorio.
                       —Este es su cuarto —explicó.

                       Me dejó solo en la pieza y dijo que me esperaría abajo para el té. Apenas quedé
                    solo, mi corazón comenzó a latir con fuerza pues pensé que María podría estar en

                    cualquiera de esos dormitorios, quizá en el cuarto de al lado. Parado en medio de la
                    pieza, no sabía qué hacer. Tuve una idea: me acerqué a la pared que daba al otro
                    dormitorio (no al de Hunter) y golpeé suavemente con mi puño. Esperé respuesta,

                    pero no me contestó. Salí al corredor, miré si no había nadie, me acerqué a la puerta
                    de al lado y mientras sentía una gran agitación levanté el puño para golpear. No tuve

                    valor y volví casi corriendo a mi cuarto. Después decidí bajar al jardín. Estaba muy
                    desorientado.









                                                           XXV






                    FUE UNA VEZ  en  la mesa  que la  flaca me  preguntó a  qué pintores  prefería.  Cité
                    torpemente algunos nombres: Van Gogh, el Greco. Me miró con ironía y dijo, como
                    para sí:

                       —Tiens. Después agregó:
                       —A mí me disgusta la gente demasiado grande. Te diré —prosiguió dirigiéndose

                    a Hunter— que esos  tipos  como Miguel Ángel o el Greco me molestan. ¡ Es  tan

                                                                                      Ernesto Sábato  62
                                                                                              El tunel
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