Page 105 - Frankenstein
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lancolía es relajante, y su alegría anima hasta
puntos nunca antes experimentados al estudiar
autores de otros países. En sus escritos la vida
parece hecha de cálido sol y jardines de rosas,
de sonrisas y censuras de una dulce enemiga y
del fuego que consume el corazón. ¡Qué distin-
to de la poesía heroica y viril de Grecia y Roma!
Así se me pasó el verano, y fijé mi regreso a
Ginebra para finales de otoño. Varios incidentes
me detuvieron. Llegó el invierno, y con él la
nieve, que hizo inaccesibles las carreteras y re-
trasé mi viaje hasta la primavera. Sentí mucho
esta demora, pues ardía en deseos de volver a
mi ciudad natal y a mis seres queridos. Mi re-
traso obedecía a cierto reparo por mi parte por
dejar a Clerval en un lugar desconocido para él,
antes de que se hubiera relacionado con al-
guien. No obstante, pasamos el invierno agra-
dablemente, y cuando llegó la primavera, si
bien tardía, compensó su tardanza con su es-
plendor.