Page 103 - Frankenstein
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go, pero no tomé parte en la charla. Vi clara-
   mente que estaba sorprendido, pero nunca trató
   de extraerme el secreto. Aunque lo quería con
   una mezcla de afecto y respeto ilimitados, no
   me atrevía a confesarle aquello que tan a me-
   nudo me volvía a la memoria, pues temía que,
   al revelárselo a otro, se me grabaría todavía
   más.
     El señor Krempe no fue tan delicado. En el es-
   tado de hipersensibilidad en el que estaba, sus
   alabanzas claras y rudas me hicieron más que la
   benévola aprobación del señor Waldman.
     ¡Maldito chico!    exclamó––. Le aseguro,
   señor Clerval, que nos ha superado a todos.
   Piense lo que quiera, pero así es. Este chiquillo,
   que hace poco creía en Cornelius Agrippa como
   en los evangelios, se ha puesto a la cabeza de la
   universidad. Y si no lo echamos pronto, nos
   dejará en ridículo a todos... ¡Vaya, vaya!––
   continuó al observar el sufrimiento que refleja-
   ba mi rostro––, el señor Frankenstein es modes-
   to, excelente virtud en un joven. Todos los jó-
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