Page 202 - Frankenstein
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momento me pareció tan hermoso como la ex-
tranjera. Ella a su vez experimentaba diversos
sentimientos; secándose las lágrimas de sus
hermosos ojos, le tendió la mano a Félix, que la
besó embelesado mientras le llamaba, según
pude entender, su dulce árabe. No parecía
comprenderlo, pero sonrió. La ayudó a des-
montar, y, despidiendo al guía, la condujo al
interior de la casa. Tuvo lugar una conversación
entre él y su padre. La joven extranjera se arro-
dilló a los pies del anciano, y le hubiera besado
la mano, si éste no se hubiera apresurado a le-
vantarla y abrazarla afectuosamente.
Pronto observé que aunque la joven emitía
sonidos articulados, y parecía tener un idioma
propio, los demás no la comprendían, del mis-
mo modo que ella tampoco los comprendía.
Hicieron muchos gestos que yo no entendí, pe-
ro vi que su presencia llenaba la casa de alegría,
y disipaba su tristeza del mismo modo que el
sol disipa las brumas matinales. Félix se mos-
traba especialmente feliz, y atendía a su árabe