Page 198 - Frankenstein
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me harían. Suponía que, tras una primera re-
   pulsión, mi buen comportamiento y palabras
   conciliadoras me ganarían su simpatía, y más
   tarde su afecto.
     Estos pensamientos me exaltaban y espolea-
   ban con renovado vigor a aprender el arte de la
   expresión. Tenía las cuerdas vocales endureci-
   das pero flexibles, y aunque mi tono de voz
   distaba mucho de tener la musicalidad del su-
   yo, podía pronunciar con relativa facilidad
   aquellas palabras que comprendía. Era como el
   asno y el perrillo faldero; aunque bien merecía
   el dócil burro, cuyas intenciones eran buenas a
   pesar de su rudeza, mejor trato que los golpes e
   insultos que le daban.
     Las suaves lluvias y el calor de la primavera
   cambiaron mucho el aspecto del terreno. Los
   hombres, que parecían haber estado escondidos
   en cuevas, se dispersaron por doquier y se de-
   dicaban a los más diversos cultivos. Los pájaros
   trinaban con mayor alegría, y las hojas empeza-
   ron a despuntar en las ramas. ¡Gozosa, gozosa
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