Page 194 - Frankenstein
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dad, Félix, satisfecho, le llevó a su hermana la
primera florecilla blanca que asomó entre la
nieve. Por la mañana temprano, antes de que
ella se levantara, limpiaba la nieve que cubría el
sendero hasta el establo, sacaba agua del pozo,
y le llevaba leña al otro cobertizo, donde, con
gran asombro, encontraba las reservas que una
mano invisible iba reponiendo. Creo que du-
rante el día trabajaba para un granjero vecino,
porque a menudo salía y no regresaba hasta la
noche, pero no traía leña. Otras veces trabajaba
en el huerto, pero, como en invierno había poco
que hacer allí, solía pasar muchos ratos leyén-
doles al anciano y a Agatha.
Estas lecturas me habían extrañado mucho en
un principio, pero poco a poco descubrí que al
leer pronunciaba con frecuencia los mismos
sonidos que cuando hablaba. Supuse, por tanto,
que encontraba en el papel signos de expresión
que comprendía. ¡Cómo deseaba yo aprender-
los! Pero ¿cómo iba a hacerlo si ni siquiera en-
tendía los sonidos que representaban? Sin em-