Page 191 - Frankenstein
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herramientas, que pronto aprendí a utilizar, y
   les traía a casa leña suficiente para varios días.
     Recuerdo la sorpresa que la joven demostró,
   la primera vez que hice esto, al abrir la puerta
   por la mañana y encontrar un montón de leña
   fuera. Dijo algunas palabras en voz alta, y el
   joven salió y expresó a su vez su asombro. Ob-
   servé, con alegría, que aquel día no fue al bos-
   que, y lo pasó reparando la casa y cultivando el
   jardín.
     Poco  a  poco  hice  un  descubrimiento  de  aún
   mayor importancia. Me di cuenta de que aque-
   llos seres tenían un modo de comunicarse sus
   experiencias y sentimientos por medio de soni-
   dos articulados. Observé que las palabras que
   utilizaban producían en los rostros de los oyen-
   tes alegría o dolor, sonrisas o tristeza. Esta sí
   que era una ciencia sobrehumana y deseaba
   familiarizarme con ella. Pero todos mis intentos
   a este respecto eran infructuosos. Hablaban con
   rapidez y las palabras que decían, al no tener
   relación aparente con los objetos tangibles, me
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