Page 208 - Frankenstein
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Ahora, cada conversación de mis vecinos me
descubría nuevas maravillas. Fue escuchando
las instrucciones que Félix le daba a la joven
árabe como aprendí el extraño sistema de la
sociedad humana. Supe del reparto de riquezas,
de inmensas fortunas y tremendas miserias; de
la existencia del rango, el linaje y la nobleza.
Las palabras me indujeron a reflexionar sobre
mí mismo. Aprendí que las virtudes más apre-
ciadas por mis semejantes eran el rancio abo-
lengo acompañado de riquezas. El hombre que
poseía sólo una de estas cualidades podía ser
respetado; pero si carecía de ambas se le consi-
deraba, salvo raras excepciones, como a un va-
gabundo, un esclavo destinado a malgastar sus
fuerzas en provecho de los pocos elegidos. ¿Y
qué era yo? Ignoraba todo respecto de mi crea-
ción y creador, pero sabía que no poseía ni di-
nero ni amigos ni propiedad alguna; y, por el
contrario, estaba dotado de una figura horri-
blemente deformada y repulsiva; ni siquiera mi
naturaleza era como la de los otros hombres.