Page 234 - Frankenstein
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vecinos. El fin del verano no hizo disminuir su
   felicidad. Se querían, se comprendían, y sus
   alegrías, que provenían sólo de sí mismos, no se
   veían afectadas por las circunstancias fortuitas
   que tenían lugar a su alrededor. Cuanto más los
   veía, mayores deseos tenía de ganarme su sim-
   patía y protección, de que estas amables criatu-
   ras me conocieran y quisiesen; que sus dulces
   miradas se detuvieran en mí con afecto se había
   convertido en mi aspiración máxima. No me
   atrevía a pensar que apartaran de mí su mirada
   con desdén y repulsión. Nunca despedían a los
   mendigos que llegaban hasta su puerta. Sé que
   pedía tesoros más valiosos que un simple lugar
   para reposar o un poco de comida; solicitaba
   cariño y amabilidad, pero no me creía del todo
   indigno de ello.
     Avanzaba el invierno; todo un ciclo de esta-
   ciones había transcurrido desde que había des-
   pertado a la vida. Por entonces, todo mi interés
   se centraba en idear un plan que me permitiera
   entrar en la casa de mis protectores. Di vueltas
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