Page 237 - Frankenstein
P. 237
gran favor si me permitiera disfrutar del fuego
unos minutos.
––Pase, pase ––dijo De Lacey––, y veré a ver
cómo puedo atender a sus necesidades. Desgra-
ciadamente, mis hijos no están en casa y, como
soy ciego, temo que me será difícil procurarle
algo de comer.
––No se preocupe, buen hombre; tengo comi-
da ––dije––, no necesito más que calor y un po-
co de descanso.
Me senté y se hizo un silencio. Sabía que cada
minuto era precioso para mí, pero estaba inde-
ciso acerca de cómo debía empezar la entrevis-
ta. De pronto el anciano se dirigió a mí:
––Por su acento extranjero deduzco que so-
mos compatriotas. ¿Es usted francés?
––No, no lo soy, pero me educó una familia
francesa, y no entiendo otra lengua. Ahora voy
a solicitar la protección de unos amigos, a quie-
nes amo tiernamente y en cuya ayuda confío.
––¿Son alemanes: