Page 241 - Frankenstein
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valor para responderle, pero el esfuerzo acabó
   con las pocas energías que me quedaban, y sen-
   tándome en la silla comencé a sollozar. En
   aquel momento oí los pasos de mis jóvenes pro-
   tectores. No tenía un segundo que perder y
   cogiendo la mano del anciano grité:
     ––¡Ha llegado el momento! ¡Sálveme! ¡Sálve-
   me y protéjame! Usted y su familia son los ami-
   gos que busco. No me abandonen en el momen-
   to decisivo.
     ––¡Dios mío! ––exclamó el anciano––, ¿quién
   es usted?
     En aquel instante se abrió la puerta de la casa,
   y entraron Félix, Safte y Agatha. ¿Quién podría
   describir su horror y desesperación al verme?
   Agatha perdió el conocimiento, y Safte, dema-
   siado impresionada para poder auxiliar a su
   amiga, salió de la casa corriendo. Félix se aba-
   lanzó sobre mí, y con una fuerza sobrenatural
   me arrancó del lado de su padre, cuyas rodillas
   yo abrazaba. Loco de ira, me arrojó al suelo y
   me azotó violentamente con un palo. Podía
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