Page 345 - Frankenstein
P. 345
Mi padre accedió gustoso a mis deseos; y, tras
despedirnos del señor Kirwin, partimos para
Dublín. Me sentía como si me hubieran aligera-
do de un terrible peso cuando, con viento favo-
rable, la embarcación dejó Irlanda atrás, y
abandoné para siempre el país que había sido el
escenario de tantas tristezas.
Era media noche. Mi padre dormía en el ca-
marote, y yo estaba tumbado en la cubierta,
mirando las estrellas y escuchando el batir de
las olas. Bendije la oscuridad que borraba Ir-
landa de mi vista, y el pulso se me aceleró
cuando pensé que pronto vería Ginebra. El pa-
sado se me antojó una horrible pesadilla; pero
el barco en el que navegaba, el viento que me
alejaba de la odiada costa irlandesa v el mar
que me rodeaba, todo servía para indicar cla-
ramente que no estaba engañado y que Clerval,
mi queridísimo amigo y compañero, había caí-
do víctima mía y del monstruo de mi creación.
Hice un repaso de toda mi vida: la tranquila
felicidad mientras viví en Ginebra con mi fami-