Page 73 - Frankenstein
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feliz es el hombre que considera su ciudad natal
el centro del universo, que aquel que aspira a
una mayor grandeza de la que le permite su
naturaleza.
Cuando me encontré con este asombroso po-
der entre mis manos, dudé mucho tiempo en
cuanto a la manera de utilizarlo. A pesar de que
poseía la capacidad de infundir vida, el prepa-
rar un organismo para recibirla, con las comple-
jidades de nervios, músculos y venas que ello
entraña, seguía siendo una labor terriblemente
ardua y difícil. En un principio no sabía bien si
intentar crear un ser semejante a mí o uno de
funcionamiento más simple; pero estaba dema-
siado embriagado con mi primer éxito como
para que la imaginación me permitiera dudar
de mi capacidad para infundir vida a un animal
tan maravilloso y complejo como el hombre.
Los materiales con los que de momento contaba
apenas si parecían adecuados para empresa tan
difícil, pero tenía la certeza de un éxito final. Me
preparé para múltiples contratiempos; mis ten-