Page 125 - Frankenstein
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nosotros, haya podido, de pronto, hacer algo
   tan horrible.
     ––¡Justine Moritz! Pobrecilla, ¿la acusan a
   ella? Están equivocados, es evidente. No se lo
   creerá nadie, ¿no, Ernest?
     ––Al principio no; pero hay varios detalles
   que nos han forzado a aceptar los hechos. Su
   propio comportamiento es tan desconcertante,
   que añade a las pruebas un peso que temo no
   deja lugar a duda. Hoy la juzgan, y podrás con-
   vencerte tú mismo.
     Me contó que la mañana en que encontraron
   el cadáver del pobre William, Justine se puso
   enferma y se vio obligada a guardar cama. Días
   más tarde, una de las criadas revisó por casua-
   lidad las prendas que Justine llevaba el día del
   crimen y encontró en un bolsillo la miniatura de
   mi madre, que se suponía fue el móvil del ase-
   sinato. Se lo enseñó al instante a otra sirvienta,
   la cual, sin decirnos ni una palabra, se fue a un
   magistrado. A consecuencia de la declaración
   de la criada, Justine fue detenida. Al acusársela
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