Page 123 - Frankenstein
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vivía. Miré el cuadro de mi madre, colgado en-
   cima de la chimenea. Era un tema histórico pin-
   tado por encargo de mi padre, y representaba a
   Caroline Beaufort en actitud de desesperación,
   postrada ante el féretro de su padre. Su vestido
   era rústico, y la palidez cubría sus mejillas, pero
   emanaba un aire de dignidad y hermosura que
   anulaba todo sentimiento de piedad. Debajo de
   este cuadro había una miniatura de William
   que me hizo saltar las lágrimas. En' aquel mo-
   mento entró Ernest; me había oído llegar y ve-
   nía a darme la bienvenida. Expresó una mezcla
   de tristeza y alegría al verme.
     Bienvenido, querido Víctor. Ojalá hubieras
   regresado tres meses atrás; nos hubieras encon-
   trado felices y contentos. Pero ahora estamos
   desolados; y me temo que sean las lágrimas y
   no las sonrisas las que te reciban. Nuestro pa-
   dre está muy apenado; este terrible suceso pa-
   rece hacer revivir en él el dolor que sintió a la
   muerte de nuestra madre. La pobre Elizabeth
   está también muy afligida.
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