Page 118 - Frankenstein
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bes, y pronto sentí la lluvia caer lentamente, y
   las gruesas y dispersas gotas se fueron convir-
   tiendo en un diluvio.
     Abandoné el lugar y seguí andando, aunque
   la oscuridad y la tormenta aumentaban por
   minutos y los truenos retumbaban ensordece-
   dores sobre mi cabeza. La cordillera de Saléve,
   los montes de jura y los Alpes de Saboya repe-
   tían su eco. Deslumbrantes relámpagos ilumi-
   naban el lago, dándole el aspecto de una in-
   mensa explanada de fuego. Luego, tras unos
   instantes, todo quedaba sumido en las tinieblas,
   mientras la retina se reponía del resplandor.
   Como sucede con frecuencia en Suiza, la tor-
   menta había estallado en varios puntos a la vez.
   Lo más violento se cernía sobre el norte de la
   ciudad, sobre esa parte del lago entre el pro-
   montorio de Belrive y el pueblecito de Copét.
   Otro núcleo iluminaba más débilmente los
   montes jurásicos, y un tercero ensombrecía y
   revelaba intermitentemente la Móle, un escar-
   pado monte al este del lago.
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