Page 330 - Frankenstein
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ñarme ante las numerosas coincidencias que
   habían tenido lugar esa fatídica noche; pero,
   como recordaba que alrededor de la hora en
   que había sido descubierto el cadáver había
   estado hablando con los habitantes de la isla en
   la que vivía, estaba muy tranquilo en cuanto a
   las consecuencias que aquel asunto pudiera
   tener.
     Entré en el cuarto donde estaba el cadáver y
   me acerqué al ataúd. ¿Cómo describir mis sen-
   saciones al verlo? Aún ahora el horror me hiela
   la sangre, y no puedo recordar aquel terrible
   momento sin un temblor que me evoca vaga-
   mente la angustia que sentí al reconocer el ca-
   dáver. El juicio, la presencia del magistrado y
   los testigos, todo se me esfumó como un sueño
   cuando vi ante mí el cuerpo inerte de Henry
   Clerval. Me faltaba el aliento y, arrojándome
   sobre su cuerpo, exclamé:
     ¿También a ti, mi querido Henry, te han cos-
   tado la vida mis criminales maquinaciones? Ya
   he destruido a dos; otras víctimas aguardan su
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