Page 134 - Vuelta al mundo en 80 dias
P. 134
Pues bien; ¡no iréis solo! exclamó el capitán, conmovido a pesar suyo . ¡No! Sois un
corazón valiente. ¡Treinta hombres de buena voluntad! aña-dió, volvíendose hacia los
soldados.
Toda la compañía avanzó en masa. El capitán tuvo que elegir treinta soldados, poniéndolos
a las órdenes de un viejo sargento.
¡Gracias, capitán! dijo mister Fogg.
¿Me permitiréis acompañaros? preguntó Fíx al gentleman.
Como gustéis, caballero le respondió Phileas Fogg ; pero si queréis prestarme un
servicio, os que-daréis junto a mistress Aouida; y en el caso de que me suceda algo...
Una palidez súbita invadió el rostro del inspector de policía. ¡Separarse del hombre a quien
había segui-do paso a paso y con tanta persistencia! ¡Dejarlo, aventtirarse así en el desierto!
Fix miró con atención al gentleman y a pesar de sus prevenciones bajó la vista ante aquella
mirada franca y serena.
Me quedaré dijo .
Algunos instantes después, mister Fogg, después de estrechar la mano de la joven y
entregarle su pre-cioso saco de viaje, partía con el sargento y su reduci-da tropa, diciendo a
los soldados:
¡Amigos míos, hay mil libras para vosotros, si salváis a los prisioneros!
Eran las doce y algunos minutos.
Mistress Aouida se había retirado a un cuarto de la estación, y allí sola aguardó, pensando
en Phileas Fogg, en su sencilla y graciosa generosidad y en su sereno valor. Mister Fogg
había sacrificado su fortuna, y ahora 'uaaba su vida, todo sin vacilación, por deber y sin
alarde. Phileas era un héroe ante ella.
El inspector Fix no pensaba del mismo modo, y no podía contener su agitación. Se paseaba
calenturiento por el andén de la estación. Estaba arrepentido de haberse dejado subyu<:var
en el primer momento por mister Fogg, y comprendía la necedad en que había incurrido
dejándolo marchar. ¿Cómo había podido consentir en separarse de aquel hombre, a quien
aca-baba de seguir alrededor del mundo? Se reconvenía a sí mismo, se acusaba, se trataba
como si hubiera sido el director de la policía metropolitana, amonestando a un agente
sorprendido en flagrante delito de candidez.
¡He sido inepto! decía para sí . ¡El otro te habrá dicho quién era yo! ¡Ha partido y no
volverá! ¿Dónde apresarlo ahora? Pero, ¿cómo he podido dejarme fascinar así, yo, Fix, yo,
que llevo en el bolsi-llo la orden de prisión? ¡Decididamente soy un ani-mal!