Page 44 - Un poeta con dos ruedas : cuento para los 11 años de edad y sus alrededores
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tifamiliares,       las   colonias      espléndidas,        las   estaciones

                   del   metro.     . .


                         Floreció      de   nuevo      en    el  sentimiento         de   Lupito
                   el  pequeño       poeta    que    llevaba     dentro,     y   se  le  ocurrió

                   esta   breve     poesía:




                                      ¡México!        ciudad      del     mundo

                                  que    avanzas        rápidamente:

                                  no   podré      olvidarte      nunca;

                                  ¡siempre       vendrás      en    mi    mente!



                         El   recuerdo       de    "Ocarina",        su    estimadísima         bi-

                   cicleta,     le   tenía     preocupado;          de    manera        que,     en

                   cuanto     le   dieron     los   dulces     para     Luchi,     se   despidió

                   agradecidísimo           tendiendo        su   mano      a   las   alitas     de

                   los   12   amigos      y  a   las  manos       del   negritos,     el   blanco

                   y   el   chinito,     y   de   los   11    músicos,       que    habían      re-
                   gresado      y  todavía      reían    sin   cesar    recordando        el  por-

                   tazo   con    que   se   encerró     el  gordo      al  llegar    a  su   piso;

                   el   cual,    temeroso        de    que    le   estuvieran        esperando

                   los   enemigos,       ya   no   salió    en   todo    el  día,    teniéndose

                   que     conformar        para     la   comida,       la   merienda        y    la

                   cena,    con   una    sola   mandarina         redondita      que    le  sobró

                   del    desayuno,       y   estaba     ¡sola,    sola!    sobre     el   blanco
                   mármol        del   aparador.        ¡ Hasta     se   la   comió     con    cas-

                   cara    y   todo !.   .  .  ¡ Pobre     mandarina !

                         Es   el  caso    que    Lupito      descendió       feliz;   y   cuando

                   salió    a   la   calle,    se   encontró       con    la   "Ocarina"         ya

                   arreglada,        que    le    fue    entregada        por    aquel      nuevo

                   amigo,      noble     mexicano,        cuya     satisfacción       era    gran-






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