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Mientras Ruth y María se fumaban a medias un pitillo, Carlos disfrutaba del suyo. Entre
calada y calada, nos contó cómo empezó a fumar.
—Fue en aquella fiesta que me invitaron mis amigos de balonmano, ¿os
acordáis? Pues en ésa, hace unos dos años. Casi todos fumaban y yo no
quería ser el rarito de turno, así que di unas cuantas caladas. Me
convencieron porque decían que fumar tampoco es tan malo, que hay
mucha gente que fuma y no pasa nada. El caso es que ahora creo
que estoy enganchado, no sé si sería capaz de dejarlo. Mis
padres aún no lo saben, no me han pillado todavía. Ellos no
fuman nunca, casi nadie de mi familia
fuma.
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