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LOS CUADERNOS DE LAS MENTES PRECLARAS

             La  tradición de que un intelec-
             tual  siempre  vaya  equipado
             con  un  bloc  de  notas  para
             apuntar sus  reflexiones o  des-
             cubrimientos se remonta a mu-
             chos  siglos  atrás.  Erasmo  de
             Rotterdam  (1466-1536),  por
             ejemplo,  solía  tomar notas en
             los mismos libros que leía,  ha-
             ciéndolos así un  poco más su-
             yos a  la  vez que  fortalecía  su
             memoria sobre lo leído. Tam-
             bién sugería a los estudiantes y
             profesores que siempre lleva-
             ran  un  bloc de notas organi-  -
             zado  por  temas,  tal  y  como
             aconse'jaba  también  Séneca:   ''-- ~.A..,~-~
             «Emulemos a las abejas y man-
             tengamos en compartimentos   ~f~.
             separados lo que hemos reco-                  e~ 1S. n:.::
                                                   ~
             gido de nuestras diversas lec-  f.,;..-1-  ~
             turas, porque lo que se conser-               I  "8  #>,  'Z>
             va  por separado  se  conserva       ~ °'-.:4oe;:-
             mejor». También durante el Re-
             nacimiento era común que los   ~L._  f--- L71-D  t.__
             estudiantes llevaran siempre un
                                           ~.-~~
             cuaderno, llamado libro de lu-
             gares comunes o  simplemente
             lugares comunes, donde apun-
             tar todo aquello que debía ser
             digno de recordar. Francis Ba-  Cuaderno de Charles Darwin de 1837, donde puede
                                       apreciarse su  primer diagrama en forma de árbol a
             con  ya  observó  que  «d ifícil-
                                       propósito de la teoría de la evolución.
             mente puede haber algo más
             útil [ ... ]  que una buena y  sabia
             recopilación de lugares comunes». Según la  catedrática de Lingüística de la
             American University Naomi Baron, en el siglo xvI11  el libro de lugares comunes
             servía «de vehículo, así como crónica de su desarrollo intelectual». Cuadernos
             de notas también fueron compañeros inseparables de Charles Darwin -gracias
             al  cual podemos ir descubriendo, paso a paso, cómo se  iluminó en su  mente
             la teoría de la evolución de las especies- o John Locke, que empezó a usarlo
             en el año 1652, mientras cursaba su  primer año en Oxford.









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