Page 161 - 04 Max Planck
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del deber. Así, mantuvo su compromiso con la enseñanza durante
treinta y siete años y, terminada esa labor, desplegó una intensa
actividad en favor de la ciencia, dando conferencias por doquier.
Por lo demás, era un hombre de carácter afable y muy querido
por quienes lo rodeaban.
De entre todos los momentos memorables que depara una
trayectoria científica tan excepcional como la de Planck, invita-
mos al lector a rememorar esa tarde de domingo, en octubre del
año 1900, en la que recibió la visita de su amigo Heinrich Rubens.
Tras la marcha de Rubens, Planck se queda, pensativo, sentado en
el sillón, aún sorprendido por lo que Rubens le ha comentado
sobre las medidas de la radiación de cuerpo negro en el infraJ.Tojo.
Si la ley de Wien no se cumple en ese rango, su deducción de la
ley, se dice a sí mismo, es falsa o incompleta. Entonces decide
levantarse e ir a su mesa de trabajo. Le dice a Marie que va al es-
tudio un rato, que le lleve una taza cuando haga café. Se sienta
ante su mesa, probablemente con una tabla de logaritmos al lado,
y empieza a hacer cálculos en una hoja. Prueba con un término
más en el desarrollo de la derivada segunda de la entropía res-
pecto a la energía, echa cuentas y encuentra una expresión que le
parece prometedora. Comprueba que los límites de altas y bajas
frecuencias corresponden con los de Wien y de Rayleigh, y se
echa para atrás entre satisfecho e intrigado. Entra Marie con la
taza de café y Planck le sonríe cariñosamente, diciéndole: «He
encontrado una nueva fórmula que tal vez le guste a Heinrich».
CONSTANTES UNIVERSALES CONTRA LA INCERTIDUMBRE 161