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frecuencias de las rayas brillantes emitidas por ese mismo gas
incandescente.
En 1860, los alemanes Kirchhoff y Bunsen mostraron que los
espectros discretos permiten identificar los elementos, al igual
que hoy en día los productos envasados se identifican mediante
un código de barras. Para ello, convenía hacer un catálogo deta-
llado de las frecuencias correspondientes a cada elemento, es
decir, una lista con los valores medidos. Además, para entender el
tinuo aparecen unas rayas oscuras, precisamente a las frecuencias que corres-
ponden a las rayas brillantes emitidas por ese mismo gas incandescente.
En la figura 2 se muestra una porción del espectro del hidrógeno y del mer-
curio, con longitudes de ondas comprendidas entre 660 y 190 nm (nanóme-
tros, es decir, una mil millonésima de metro). El espectro visible corresponde
a 700-400 nm. La frecuencia de cada línea se obtiene dividiendo la velocidad
de la luz (300000 km/s) por la correspondiente longitud de onda. Esta fre-
cuencia es proporcional a la diferencia de dos energías. Lo que se pretendía
conseguir en los inicios de la física atómica era deducir los valores de estas
energías, que dependen de ciertos números cuánticos, a partir de sus diferen-
cias. Pronto se descubrió que no aparecían todas las posibles diferencias, lo
que se reflejó en unas reglas de selección, que había que escribir en función
de números cuánticos.
FIG. 2
Hidrógeno
600 500 400 300 200
Mercurio
600 500 400 300 200
ALBORES CUÁNTICOS 23