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la partícula asociada al campo de Higgs,  en el que teóricamente
                     estaría inmerso todo nuestro universo, de manera que las partícu-
                     las sin masa, corno los fotones, no interaccionarían con él, mien-
                     tras que las partículas masivas sí lo harían, de forma que su masa
                     sería mayor cuanto mayor fuese su interacción con el campo de
                     Higgs.  No obstante, existen otras versiones de este mecanismo
                     de Higgs para explicar la masa que incluyen familias de partículas
                     y no un único bosón de Higgs. Por ese motivo, los científicos están
                     esperando a tener más datos,  aunque sí han acotado mediante
                     estadísticas el intervalo en el que seguramente ( con un 95 % de
                     probabilidad) no está el bosón de Higgs, o la partícula asociada al
                     campo de Higgs de que se trate ( al parecer se descarta el intervalo
                     de energías comprendido entre 110-122,5 Ge V y 127-600 Ge V). Se
                     trata del tipo de descarte de resultados posibles de un problema
                     que a Fermi le seducía: si el bosón de Higgs existe, está acorra-
                     lado; y si es una nueva partícula similar, también.
                        Aunque se ha mitificado al bosón de Higgs -especialmente
                     cuando en una obra de divulgación científica publicada en 1993 el
                    físico estadounidense Leon Lederman (1922) popularizó el nom-
                    bre de «partícula de Dios» para referirse a él- , si su hallazgo se
                     confirma, se completaría el mapa de las partículas elementales del
                    modelo estándar con el que Fermi soñó, justo cuando se empe-
                     zaba a cartografiar el universo cuántico en el que vivimos.





                     LOS INTERROGANTES DEL LEGADO DE FERMI

                    La historia de la ciencia ha simplificado el legado de Ferrni redu-
                    ciéndolo a su herencia nuclear. Es incuestionable que Fermi con-
                    tribuyó especialmente al desarrollo de la ingeniería y las armas
                    nucleares. Por ello, tras su muerte, la AEC fundó el premio Fermi
                    para reconocer la carrera de todos aquellos que hayan contribuido
                    «de forma continuada y excepcional al desarrollo, uso o control
                    de la energía nuclear».
                        La comunidad internacional vigila la proliferación y  desa-
                    rrollo de arsenales nucleares en países que todavía no poseen la





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