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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
“La fruta no se da en este lugar”, le expresaban los mismos campesinos que la vieron crecer, “en invierno todos los cerros, todas las colinas quedan blancas por la escarcha, no le conviene comprar aquí para producir, tiene que parcelar, ese es el verdadero negocio”, le indicaban los vecinos con las mejores intenciones.
Pero ella sabía que no estaba equivocada. Persistió en su idea. Buscaba genuino frío para los que serían sus vinos blancos, los mejores del mundo... pero todavía no encontraba lo primordial, que era agua, pero nada ni nadie le impediría soñar. Tenía toda la fe del mundo que la encontraría. Y así fue: muy pronto se le presentó la oportunidad de adquirir un campo que sí disponía de un pozo con abundante agua, que sólo había que profundizar. Gracias a ello fue armando un puzzle que le permitió contar hoy con 100 hectáreas.
Pero como siempre en su vida, solucionaba un problema y muy luego aparecía otro. En el lugar existían importantes plantaciones de eucaliptos colocadas a modo de forestación por parte de Corporación Nacional Forestal (CONAF). Y eso que los expertos, en todas partes del mundo, sostienen que esos árboles constituyen un competidor muy agresivo para el resto de la flora, incluso peores que las dificultades que implican los pinos. Esta es una especie exótica procedente de Australia, que destruye la fauna y la flora nativas.
“Me costó dos años de peleas con la CONAF para eliminar esos árboles que son nefastos para las viñas, ya que chupan toneladas de la poco agua que había. Un ejemplar adulto absorbe muchos litros por día. Pero no había caso, no podíamos llegar a un acuerdo razonable y la respuesta de los funcionarios era siempre la misma: 'Si Ud. arranca 20 mil árboles tiene que devolverlos en cualquier otra parte del país o pagar una multa'. Imposible, yo sabía que era una batalla ridícula y decidí dar la pelea y nos fuimos a juicio. Fue ahí cuando salí del anonimato, cuando me hice famosa a nivel público, porque aparecí en la televisión, en los diarios, en las radios, en todas partes, denunciando la situación. Finalmente arranqué todos los eucaliptos, planté cantidades de viñas en los cerros y luego fui donde el juez y le mostré el antes y el después del lugar y obviamente que gané la batalla. Cualquier juez en el mundo me habría dado la razón...”, puntualiza.
Pero todavía tenía un largo camino que recorrer y si bien había ganado batalla tras batalla, la victoria final estaba todavía demasiado lejos.
A cuatro kilómetros del mar, en medio de la incredulidad y expectación del mundo vitivinícola, muy conservador y apegado a la certidumbre de los grandes valles centrales, María de la Luz Marín instaló sus primeras parras en lo que muchos consideraban que era la peor tierra de Chile, pobre, escarchada, inestable, ventosa, calcárea, llena de piedras, un páramo.
Pero la apuesta de enóloga, y lo que la diferenciaría por siempre, era
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