Page 143 - NUEVE MUJERES, LIDERAZGOS QUE INSPIRAN
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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
  y cuando tengo que decir las cosas, lo hago sin rodeos. Mucha gente, voluntarios, tenían buenas intenciones, pero estaban haciendo las cosas mal y, por lo tanto, tenía que decirles la verdad, porque, dado los años que llevaban, se sentían con el poder y la autoridad de mandar, y entonces se producían problemas graves. Me topé con personas que decían estar actuando en favor de los pobres y, en el fondo, lo que estaban haciendo era actuar en favor de ellos mismos”.
Había un tema cultural, una forma de hacer las cosas, propias de las organizaciones de beneficencia, asistencialistas. Cuando faltaban los fondos, había quienes sugerían, por ejemplo, no pagar imposiciones a los empleados, a lo que Susana Tonda respondía, con verdadera indignación: “Esto no es un boliche, aquí se hacen las cosas moral y legalmente correctas. Por lo tanto, rechazo cualquier atajo de ese tipo. No podemos hacer la caridad con la plata de los empleados, no sólo es ilegal, estamos perjudicando a la gente. Si somos incapaces de mantener esta nave, tendremos que achicarnos y, así fue como le entregamos la línea de adopción a la Fundación Belén y los niños vulnerables de baja y mediana complejidad a María Ayuda. Pero, claro, uno se va haciendo de enemigos, pero es mi carácter y me gusta como soy, me ha ayudado mucho. Estoy contenta con mi personalidad, con mis elementos masculinos y femeninos, porque de lo contrario no logras introducir los temas de gestión, de personas, de recursos humanos, de afecto”.
Se quedó en el Hogar de Cristo hasta los 58 años, pese a que su verdadero deseo era jubilar tres años antes, porque quería otra vida, de modo que un tercio estuviera formada por asesorías, un tercio como empleada y un tercio en un directorio.
Estuvo más de seis años en el antiguo recinto de General Velásquez y partió junto a Benito Baranda y al capellán Agustín Moreira. Pero como siempre, al cerrar la puerta dejó una empresa hecha y derecha, que en el caso del Hogar de Cristo cubría en ese entonces a 60 mil personas.
Se retiró con mucho cariño por la obra, “pero especialmente por las personas, por los acogidos, por los compañeros de trabajo. Por haber construido juntos cosas tan bonitas, haber avanzado y poner hartos ladrillos en esa catedral. Fueron seis años maravillosos”.
No obstante, confiesa que el principal aprendizaje allí fue conocer y descubrir cómo querer a los pobres, no como concepto, sino que como una realidad, persona a persona, de igual a igual. “Yo nunca viví antes esa experiencia; si yo me hubiera encontrado con una persona en situación de calle antes de ese trabajo, me habría escabullido por miedo, pero aprendí a conocerlos y comprender que es gente cariñosa, muchas veces alegre y contenta, agradecida con la vida”.
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