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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
Antes de que el Presidente de la República la convocara para reestructurar y dirigir el Servicio Nacional de Menores (SENAME), era directora de Embotelladora Andina, hacía asesorías en el Centro de Gobierno Corporativo de la Pontificia Universidad Católica y estaba a cargo de cursos de pre y postgrado de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la misma casa de estudios superiores.
Y sin embargo pese a todos sus logros profesionales, lo más grande de su vida son sus cuatro hijos, los que considera su verdadero legado. “Es lo que quedará de nosotros con mi marido cuando hayamos partido; son nuestro logro familiar, nuestra vida se prolonga a través de ellos. Es una forma de trascender, de decir, no todo acabó con nosotros. De hecho, yo me siento la continuidad de mis padres, con alguna de sus características”, expresa.
A los 19 años fue mamá por primera vez de Francisca, una ingeniera comercial, muy ejecutiva, de 43 años, en quien ve hoy día algunos de sus propios rasgos personales, como el amor por la familia, su espíritu de servicio. “Cuando alguien se enferma ella es la que siempre está pendiente”, agrega.
El segundo es Federico, de 40, que nació dos años más tarde, arquitecto, “bastante hippie, como yo cuando era joven, muy informal, pero con gran liderazgo y con tendencia a administrarlo todo”, expresa.
Luego viene Felipe de 35 años, traumatólogo, perfeccionista como su padre. Susana estima que posee también la capacidad de liderazgo de ella, porque “es un excelente Jefe de Urgencia de la Clínica Alemana, ya que reúne la minuciosidad del papá y las competencias técnicas, generando gestión, algo nada de fácil”, expresa.
Felipe nació cuando Susana Tonda cursaba el tercer año de Ingeniería Comercial en la Pontificia Universidad Católica, en plenas vacaciones de invierno y, por último Fernanda, que vino al mundo cuando ella estaba por egresar y a pocos meses de entrar a su primer trabajo en Bancard y “si bien también es medio hippie, resultó la más responsable de todos mis hijos”.
“Antes de morir, lo que me queda por hacer es ver a alguno de mis 10 nietos convertidos en profesionales. Hay de todas las edades. Vicente, por ejemplo, cursa cuarto año de Ingeniería y el más chico tiene dos años, pero no le puedo pedir a Dios vivir para verlo convertido en un adulto”.
El sentido de familia es tal, que parte de ella vive junta en una enorme parcela subdividida en Peñalolén, que hace muchos años adquirió su padre y que las hijas, cuando estaban en la universidad, le fueron comprando. En el sector actualmente vive su madre, Noemí con más de 90 años; en otra división, su hermana Marta con su hijo mayor y una ex cuñada, ex esposa de su hermano Rodrigo, que se instaló allí
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