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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
que le entregaran nombres de mujeres, candidatas a ejercer la titularidad de las secretarías de Estado.
El Partido Por la Democracia (PPD), fundado por Ricardo Lagos, Guido Girardi y Sergio Bitar, le entregó a la Mandataria el nombre de una de sus estrellas, aunque una de las más controvertidas, la dulce, delicada y elegante Vivianne Blanlot, pero de un probado carácter de acero, muy inusual en el medio político chileno, capaz de resistir todo tipo de presiones por apegarse a sus convicciones, como lo demostró de manera abierta y pública, durante el Gobierno de Eduardo Frei al no ceder ante situaciones medioambientales y en el de Lagos, al rechazar imposiciones del ministro de Economía y de una multitud de empresas privadas de energía.
“La Michelle me llamó y me dijo que, junto con su deseo de igualar el número de ministros con el número de ministras, me convocaba porque sabía que yo era una mujer de carácter firme. No en vano me despidieron de los tres cargos públicos que ejercí en tres Gobiernos. (Ríe con todas sus fuerzas). ‘Necesito a una mujer como tú para todo lo que pueda venir más adelante’..., me dijo. También ella quería dejar establecido que el cargo de ministro de Defensa lo podía ejercer cualquier mujer con las condiciones adecuadas; quería confirmar que ella no fue una excepción, por el contrario, simplemente abrió una senda. Cuando me llamó me sorprendió mucho, porque no me lo esperaba. No era mi campo, yo soy economista, consultora, investigadora, nada que ver con Defensa. Lo más increíble fue que me encantó y le dije de inmediato que sí. Por un lado me gustó la propuesta, y por otro jamás me habría atrevido a negarme ante la primera mujer Presidenta de Chile. Además, para ser bien franca, creo que salió mi parte soberbia, esa parte tan mía cuando me digo a mí misma ‘me la puedo, soy capaz’ y por lo tanto sigo adelante con entusiamo”, admite.
Una Completa Outsider de la Política
Además, las condiciones estaban dadas, porque hacía un año que Vivianne Blanlot había dejado de trabajar para dedicarse por entero al cuidado de su hija mayor, Alejandra Álvarez, aquejada de una grave condición cardíaca congénita, heredada del padre, su primer marido, Óscar Álvarez, de quien enviudó antes de los 20 años.
Fueron meses durante los cuales llegaba a las ocho de la mañana a la Unidad Coronaria de la Clínica de la Pontificia Universidad Católica y se retiraba a las ocho de la noche, para preocuparse personalmente de que la joven no quedara desatendida. Después de meses terribles, en que su hija estaba permanentemente al borde de la muerte, con fallas multisistémicas constantes y cuando se vislumbraba la posibilidad de un trasplante exitoso, ella ya sentía ganas de reintegrarse al trabajo.
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