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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
consideraba que la realidad se transformaba por la vía de la economía y al hacerlo se eliminaba la injusticia. Entonces yo dije, la economía es lo mío. Era muy joven, demasiado idealista, creía que bastaba con querer para poder”.
Finalmente se inscribió en la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Católica, que en ese entonces funcionaba en el verde y hermoso Campus Los Dominicos. Pero un año más tarde se casaba con un estudiante de ingeniería, ocho años mayor, Óscar Álvarez, a quien durante el pololeo se le manifestó una grave condición cardíaca. “Y como yo era súper idealista me dije que si él iba a durar poco, deseaba aprovecharlo al máximo, y me casé; era tan joven que tuve que pedir permiso en la casa a mis padres para hacerlo, algo a lo que accedieron.”
Nació su primera hija Alejandra, al año siguiente, pero su marido murió cuando la niña tenía cinco años y heredó su mismo problema, que se le expresó a los 22 años, cuando tuvo que permanecer cerca de siete meses en la Unidad de Tratamientos Intensivos, (UTI) del Hospital Clínico de la Pontificia Universidad Católica.
En esa época Vivianne Blanlot seguía militando con más fuerza en la Democracia Cristiana. La Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, que pronto se trasladó al Campus San Joaquín, estaba dominada por el gremialismo. “Éramos como una especie de marcianos; cuando yo entré a la universidad, en plena época de la Unidad Popular, debemos haber sido 10 DC, cinco del Mapu y el resto de derecha. Pero igual yo me fui a la Católica y no a la Chile, porque me salió mi parte alemana, muy pragmática: yo no estaba disponible para que me atrasaran mi carrera por huelgas y tomas; quería sacarla a la brevedad, no estar eternamente pegada en clases. En todo caso, soy una agradecida de la Escuela de la Católica, por la sólida formación que me dieron los profesores, hayan sido Chicago Boys o no. Mi base académica es súper estable precisamente por eso, yo no tengo ese complejo para nada. Lo que uno aprende ahí, lo enseñan en las mejores universidades del mundo”.
Cuando los Chicago Boys fueron llamados a participar en el Gobierno militar, se produjo un intervalo en que casi no había profesores para hacer buenas clases. De hecho, para el examen de grado decidió ir de oyente para profundizar en ramos que le parecieron superficiales.
Luego de egresar con máxima distinción, se enamoró de Enrique Méndez, su segundo marido, a quien acompañó a una beca de Economía Agraria a Inglaterra, a la Universidad de Londres.
Vivir en ese país fue una primera ventana al mundo, al punto que la tesis para su titulación final que debía hacer, aprovechando ese período, quedó
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