Page 165 - NUEVE MUJERES, LIDERAZGOS QUE INSPIRAN
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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
  Le producía una tremenda rebeldía que en Tierra del Fuego hubiera una población para profesionales ubicada en un sitio más alto que el resto y para los obreros y técnicos en un lugar distinto. Si bien todos compartían el mismo hospital y escuela, le parecía insoportable las diferencias que se establecían entre un ingeniero y un técnico mecánico, especialmente cuando ella los conocía de chica, e incluso les llamaba “tíos”.
Había al mismo tiempo un sindicato para profesionales y otro para obreros y, entonces, su padre dio la pelea para la formación de una sola organización y ganó. Todo esto lo observaba la adolescente y quería aplicarlo en la vida real cuanto antes.
Por supuesto que la influencia de su padre y el medio fueron clave, pero también la genética, sus antepasados y el contacto con sus dos abuelas extraordinarias.
Su tatarabuelo fue un aventurero, un capitán francés, bretón, que comandaba un barco de la marina mercante, que al navegar frente a las costas de Valparaíso, se encontró con una nave chilena que se estaba hundiendo. De inmediato ordenó a la tripulación retroceder para rescatar a los miembros de la embarcación y pronto devolvieron a los marinos al puerto de Valparaíso.
Allí, en tierra firme, en agradecimiento por el gesto, le organizaron una gran fiesta y en esa reunión se decidió el futuro de la rama que hoy llega hasta Vivianne Blanlot, porque su tatarabuelo conoció a la hija del famoso general Adolfo Holley Urzúa, héroe militar de la Guerra del Pacífico y de la Guerra Civil de 1891, de la que se enamoró y con la que se casó. De modo que al repositorio genético bretón, se agregaba la sangre sajona y más adelante, la alemana, española y araucana.
Si bien los antepasados lejanos de Vivianne Blanlot fueron muy especiales, sus dos abuelas lo fueron más y contribuyeron con gran fuerza a estructurar su personalidad y servirle a la joven de modelo.
“Mi temperamento, no cabe duda, viene de ellas dos”. La materna fue Amelia Kunstmann, procedente de una familia cervecera de Valdivia, y la paterna doña Irene Kerbernhard, de origen francés. Es tanta la admiración que tiene por ambas mujeres, que su casa en Chicureo la bautizó como Doña Amelia y a la otra que posee en Tunquén, como doña Irene. De hecho, ella misma se llama Vivianne Amelia.
“Mi abuela Amelia me dio la parte metódica alemana y cuadrada, cuadradísima, ordenada, disciplinada, exigente consigo misma. Fue impresionante, una mujer luchadora, viuda a los 47 de un médico de apellido Soza, Director del Hospital de Concepción y luego del Hospital de Chillán. Murió cuando mi mamá tenía 18 años. Mi abuela para sobrevivir, se hizo cargo de un pequeño fundo que le legó mi abuelo y se dedicó a eso hasta el día en que murió. Lo administraba todo; tengo recuerdos tan patentes de esa época en que íbamos de Punta Arenas al campo
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