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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
  Las dificultades, sin embargo, seguían. En lo personal, todavía a Carlos Alberto le quedaba por delante una larga y difícil recuperación, un período quizá tan complejo como el que acababa de superar y, en lo profesional, tenía que continuar haciendo todo lo posible para evitar que el Consejo de Seguridad legitimara la invasión a Irak, incluso estar dispuesta a renunciar, al menos por el momento, a la suscripción del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, un acuerdo ya bastante atrasado, porque venía tramitándose desde hacía 10 años, con dos fracasos importantes, hasta que Soledad Alvear se hizo cargo del tema. El futuro se veía muy accidentado.
Efectivamente, a su hijo le tomó meses volver a su vida normal, lo cual significó prolongar la agonía de su madre aún más, porque durante ese período no existía ninguna certeza de que sanaría por completo, como al final ocurrió.
Pero conforme avanzaba el tiempo, el joven se recuperaba, pero la situación internacional empeoraba, al punto de que el Gobierno de Chile comenzaba a arriesgar el tremendo logro de uno de los tratados de libre comercio más difíciles de obtener en toda la historia del país, porque ya estaba ocurriendo lo que Soledad Alvear había adelantado: Estados Unidos, cada vez de manera más evidente, condicionaba la firma.
Lo Mejor de su Capacidad
“No es que no me importara el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, porque fue un acuerdo muy complicado de lograr, árido, con todo tipo de complejidades, que exigió mucho trabajo y dedicación, pero en mi vida siempre me he movido por principios y en el tema de Irak precisamente aquellos principios estaban en juego. Eran los valores morales cristiano-occidentales de toda una vida los que se estaban vulnerando. Esta batalla, esta resistencia por no ceder ante las presiones que implicaban una guerra injusta, es el triunfo más importante y grande de toda mi vida”.
Más, incluso, que el acuerdo con la Unión Europea que había cerrado hacía unos pocos meses, donde también ejerció un liderazgo superior, al defender con toda la pasión de la que fue capaz las 200 millas marítimas, en contra de las 20 que los europeos querían imponerle a Chile. Más que la Reforma Procesal Penal, con la que revolucionó todo el sistema judicial de un país, cuando era ministra de Justicia. Más que su trabajo con el cardenal Raúl Silva Henríquez, cuando era su secretaria y le ayudaba a evitar un golpe de Estado, en unas increíbles conversaciones entre un Presidente de la República comunista y masón, como lo fue Salvador Allende; el Obispo de Santiago y un miembro destacado de la Democracia Cristiana en ese entonces, que luego fue Presidente de Chile, Patricio Aylwin.
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