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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
  Pero también fue porque reconocieron su valor y ciertas condiciones que no están presentes en todas las personas, como la humildad, su habilidad para el networking, su facilidad para relacionarse con todo tipo de personas y, entre otras, su capacidad de comunicación para enfrentar las crisis “porque pienso en frío y tengo mucho autocontrol”.
“Cuando no sé algo, simplemente pregunto, no tengo vergüenza de pedir ayuda y eso es algo que no se debe perder, porque muchas veces la gente en cargos como el mío no les gusta hacerlo, creen que pierden autoridad. Yo me demuestro tal cual soy. Respecto de las redes, organizarlas me nace espontáneamente, me encanta. Me entretiene hablar con la gente, viajar y rodearme de personas distintas, de variadas culturas”, expresa.
Pero no todo son cualidades; ha tenido que luchar en contra de ella misma, debido a algunas falencias, como su dificultad para despedir a personas que durante años le fueron leales a la empresa, haciéndole grandes aportes.“Me demoraba mucho en adoptar esas decisiones; siempre estaba dando más opciones hasta que comprendí que hay personas con determinadas competencias que son buenas para la empresa solo en determinadas circunstancias y no después. Eso me ocurría, tal vez, porque soy mujer, y por lo mismo soy más sensible. Es que cuando tú trabajas por 15 años con una persona, por ejemplo, le conoces a la familia, a la señora, al marido, a los hijos y te vas enterando de sus problemas, es difícil llegar y despedirlo o despedirla. Esto fue algo que tuve que descubrir y rectificar”.
Desvincular a profesionales leales y talentosos es una de las decisiones estratégicas más importantes, complicadas y duras de cualquier administración, porque se trata de una gestión emocional. Pero muchas veces es preciso hacerlo para no restarle productividad y rendimiento a la empresa y retener a los otros talentos valiosos dentro de las organizaciones.
Otra de las habilidades que debió fortalecer fue una suerte de diplomacia laboral, porque se reconoce como demasiado frontal y determinada en sus opiniones y formas de actuar. Tuvo que ejercitarse a “decir las cosas a la chilena”, es decir, de modo oblicuo, sutil, atenuado para evitar efectos contrarios a los deseados: “Soy directa y sin querer corro el riesgo de o herir a otros por la forma en que digo las cosas o que tomen lo que expreso como ley”. Además, tuvo que desarrollar una especie de inteligencia intercultural, es decir, aprender cómo operar en Chile y cómo operar en Francia, porque en el país europeo, la confrontación —a veces bastante fuerte— y el debate abierto no se consideran como una expresión de agresividad inapropiada. Por el contrario, se la practica como algo saludable y jamás lleva a la ruptura de una relación.
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