Page 261 - NUEVE MUJERES, LIDERAZGOS QUE INSPIRAN
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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
jarrones pintados a mano, cuchillería de oro, en fin, por eso los bolcheviques los hicieron pedazos durante la Revolución Rusa... ”, señala con una cierta ironía.
Por el lado árabe, la leyenda cuenta que su bisabuela, al llegar la Legión Extranjera a Belén, temiendo su crueldad y espíritu expansionista, embarcó a sus tres hijos de 12, 14 y 15 años, con una bolsa de oro, rumbo a Chile, donde los recibió Juan Yarur en Valparaíso, y ya instalados en Santiago, “los puso a barrer hasta que aprendieran el idioma”.
“A mí me parece que estos migrantes era gente extraordinaria. No solamente hablaban otro idioma, conocían otro alfabeto, abrían los libros desde el otro lado, tenían el cerebro conectado de otra manera...sino que eran valientes, se la jugaban por la vida. Mi bisabuela, por ejemplo, prefirió renunciar a sus hijos a verlos muertos a manos de la temible Legión Extranjera. Para mí son un ejemplo de resiliencia y de voluntad ante tanta adversidad”, indica Ximena Abogabir.
De esos tres hermanos que llegaron a Valparaíso uno es el abuelo árabe de Ximena, José Abogabir, que se casó con Emilia Lamas, de quien siempre recuerda que le decía: “M´hijita, nunca te cases con un chileno, son flojos y curados...”.
El matrimonio de sus padres fue un verdadero acontecimiento social para la época. Su madre Magdalena Scott Klamarenko, judía, tuvo que convertirse al cristianismo para casarse con su padre, el buenmozo Eduardo Abogabir Lamas, porque él era católico. No cabía duda de que ambos formaban una pareja increíblemente atractiva. “Los dos eran de una belleza impresionante, especialmente mi madre. Se unieron básicamente por la estética. Era típico de la gente de la post guerra, les gustaba bailar, salir, las fiestas, pasarlo bien, escapar psicológicamente de los horrores de la guerra, aunque ésta hubiese estallado a miles de kilómetros de nuestro país”.
En el colegio, el Villa María, donde fue matriculada con su hermana, siempre fue la primera del curso, porque le encantaba el estudio, casi de manera espontánea. Simplemente le fascinaba aprender y desarrolló un gran hábito por la lectura que mantiene hasta el día de hoy. Desde ese entonces comenzó a sentir una inclinación por el periodismo, ya que dirigía la revista del colegio The Southern Sentinel. Desde chica entrevistaba a sus amigas y disfrutaba con sus preguntas y respuestas. Tal vez actuaron sus genes rusos, como ella dice, porque dentro de sus antepasados también se encuentran escritores y ensayistas. Pero no sólo eso, su sensibilidad social la llevó a enrolarse en un movimiento católico, de ayuda a la comunidad, algo que realizó con gran pasión en el colegio y que luego conservó en la universidad.
“Yo me crié con las monjas y fui muy apegada a la religión católica hasta que me separé de mi primer marido. Eso me enojó mucho”. Hoy día confiesa
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