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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
  medioambientales, éste nombró a un grupo de personas, entre las cuales figuró Ximena Abogabir quien fue elegida más tarde presidenta del Fondo del Consejo de las Américas. Para ello tuvo que crear una estructura para asignar 20 millones de dólares. También integró el Consejo Consultivo de la Comisión Nacional del Medio Ambiente, precursora del Ministerio del Medio Ambiente. En ese período fue invitada a participar en muchas organizaciones medioambientales, organismos multilaterales, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); el Banco Interamericano de Desarrollo (BID); el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, (United Nations Children’s Fund, UNICEF), Consensus Building Institute de Boston, entre otras importantes entidades.
Casa de la Paz comenzó a integrarse con las redes de otras ONG nacionales e internacionales, prestando servicios de capacitación, incubación de proyectos, publicaciones, seminarios, encuentros. Poco a poco se reconstruía e integraba el tejido social chileno.
A mediados de 1995, Ximena Abogabir fue contactada por una organización llamada Ashoka, una fundación norteamericana, cuyo nombre en sánscrito significa “sin pena” y que fue el nombre de un emperador de la India, Ashoka, El Grande. Según su definición, la organización se dedica a “reunir y cultivar una comunidad de líderes que reconocen que en el mundo de hoy es necesario que todos seamos agentes de cambio. Juntos, colaboramos para transformar instituciones y culturas alrededor del planeta para acompañar a que todas las personas puedan contribuir al bien común y a la construcción de un mundo mejor”. Para integrarse como fellow, como emprendedores sociales, los seleccionados tienen que poseer algunos requisitos básicos, como lo define la entidad: un brillo de entusiasmo en los ojos y alguna anécdota de la infancia que logre demostrar una capacidad emprendedora.
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Ximena Abogabir contaba con todas las condiciones, el brillo en los ojos y una anécdota infantil que no dejaba ninguna duda de su naturaleza más profunda. Los ejecutivos de la organización quedaron sorprendidos porque sus primeros negocios fueron con la cocinera de la casa de su padre, “la” Marta, su gran compañera, porque su madre estuvo siempre muy ausente en su vida. Como le gustaban las manualidades y vivía “entre las pretinas” de la cocinera, ésta le enseñó a bordar, una forma de tenerla ocupada mientras ella realizaba las labores de la casa. La pequeña Ximenita descubrió que bordar podría ser un excelente negocio —lo que hoy se llamaría negocio inclusivo—, si “la” Marta, en su día libre de los días jueves, le comprara una tela blanca e hilos para que ella bordara. Le pidió a “la” Marta que le dibujara un pollo en el paño, luego procedía a coser sobre la figura con distintos colores de hilos con mucha precisión y concentración;
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