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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
  aproximándose al tema femenino y comprendió que “si no sacas a la mujer de ese estado, el resultado es trágico para la sociedad y ese era el objetivo de estos estudios, contribuir con soluciones que atacaran el problema y fueran eliminando esa casuística”.
Una gran solución para las dificultades domésticas, que se le planteaban por primera vez, fue su nana, a quien llama “Mi Olga”, quien “me crió a mis niños y sin la cual muchas de mis actividades profesionales habrían sido muy complicadas de realizar. Si bien era bastante malcriadora, ya que en momentos llegaba a producir hasta tres menús diarios, uno para cada niño a la hora de almuerzo, sin ella todo habría sido más difícil”.
Su marido, Gutenberg Martínez, abogado, ex presidente del Partido Demócrata Cristiano, diputado en dos oportunidades y ex presidente de la Cámara de Diputados, estaba “chocho”, con esta primera designación pública de su esposa. No sólo orgulloso, sino que la alentaba y estimulaba a que tomara todas esas oportunidades y era uno de sus principales admiradores, al punto que en varias oportunidades postergó su carrera política para darle la posibilidad a ella de que pudiera realizarse. ”Él ha sido el puntal de mi vida; es imposible ejercer un cargo público sin un marido no machista que verdaderamente se haga cargo de la casa, de los niños. Y eso que Gutenberg es el hombre más talentoso que he conocido en lo político, brillante en todo el sentido de la palabra”.
Así y todo, la llegada a su primer cargo público, la oficina de la Secretaría de la Mujer, ubicada en la calle Villavicencio, fue un genuino tormento. Las instalaciones eran como una burla, daban risa de lo penosas que eran; se observaba una negligencia y abandono deliberado. En la que sería su oficina había una mesa pequeña, completamente destartalada, con una silla inestable; no existía ni papel, ni lápices. El basurero era una cesta raída, sin fondo; no existía ni un solo libro ni un archivador. A lo anterior se agregaba un ambiente de gran antagonismo de parte del escaso personal de planta que allí quedaba. En resumen, un panorama trágico.
“Era un páramo, pero mi desafío iba mucho más allá que esas desagradables percepciones. No quería detenerme en detalles odiosos, porque la idea era conquistarme a esas personas que tenía en contra y realmente apoyar a la mujer chilena en todas sus necesidades, por medio de la creación de una buena institucionalidad que me permitiera echar a andar un organismo nuevo. Lo primero fue organizar una iniciativa legal para hacerlo y crear una estrategia para lograrlo. Me puse en contacto con el presidente de la Cámara de Diputados, José Antonio Viera-Gallo, a quien le solicité ayuda para organizar un almuerzo con todos los diputados que quisieran ir, un encuentro muy pluralista, de todos los partidos políticos, para informarles sobre esta iniciativa que sería bastante revolucionaria para la época. Se realizó el encuentro y todos los legisladores estuvieron de acuerdo en emprender
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