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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
que hacía clases de religión.
Llegar a la universidad fue fácil: logró el puntaje más alto para entrar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Habría sido puntaje nacional de haberse tratado de la Prueba de Selección Universitaria, PSU. “Ese fue uno de los períodos más felices de mi vida. En la universidad no sólo estudiaba. Allí fue donde encontré a los mejores amigos con los que comparto hasta el día de hoy. Me correspondió gente excepcional, gente de todas las tendencias políticas que me enseñó a convivir y a respetar todos los credos; que me enseñó el valor del diálogo, del intercambio de ideas, del foro. Leíamos mucho de todo, incluso encíclicas sociales, a Pierre Teilhard de Chardin, al punto que de ahí arrancó mi vocación política e ingresé a la Democracia Cristiana, impulsada por la Doctrina Social de la Iglesia”, expresa.
Grandes formadores también fueron sus profesores Jorge Millas; Eugenio Velasco en Derecho Civil y Jaime Eyzaguirre, gran historiador católico chileno, entre otros. Ese período “fue una fiesta intelectual para mí”, indica.
Para Máximo Pacheco Gómez tiene palabras especiales. En ese entonces era ministro de Educación y, al mismo tiempo, ejercía como profesor. “Eran cosas que ocurrían en ese mundo pretérito”, señala, “cuando los Presidentes se iban caminando a La Moneda o regresaban a almorzar a sus casas para no perder la vida familiar”.
Este jurista, filósofo, académico y político democratacristiano chileno, embajador del Gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva en la Unión Soviética y ante la Santa Sede, no sólo la formó intelectualmente, sino que de alguna manera contribuyó a su matrimonio.
Conoció a su marido el primer día de clases justamente en una sesión con ese profesor. “Lo primero que hizo don Máximo fue preguntar cuál era la misión de la universidad... silencio total en la sala, hasta que al fondo se elevó una mano y surgió una voz que argumentó de manera impecable con conceptos que se avenían en un 100 por ciento conmigo. Me di vuelta y lo vi por primera vez: era Gutenberg y me encantó”.
Una Historia de Amor Maravillosa
En menos de un mes ya estaban pololeando para no separarse jamás, hasta el día de hoy. “Mi marido venía de una familia laica, más bien socialista. Desde los 17 años comencé a desarrollar un diálogo constante para convencer a este hombre tan inteligente, lector infatigable, que a esas alturas había leído mucho más que
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