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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
nosotros respecto de todo, del mundo, de la vida, prácticamente desde el primer día de clases en la Facultad de Derecho, hace ya tantos años. No tenemos necesidad de ponernos de acuerdo para actuar igual; reaccionamos al unísono sin siquiera hablar”.
Pero hay otra cosa que los mantiene unidos: lo independiente que son el uno del otro, pese a esa conexión tan especial. Algo que a los dos les ha permitido realizarse plenamente en la vida, de manera individual y en conjunto.
Después de casarse, los acontecimientos políticos no los dejaron saborear aquel también maravilloso período que muchas parejas atesoran, entre el regreso de la luna de miel y la llegada del primer hijo. Al día siguiente de volver de Viña del Mar, —“porque no podíamos ir a otra parte, porque éramos pobres”—, se produjo el golpe de Estado y los dejó a ambos literalmente suspendidos.
“Aunque no se crea, nos tomó muy de sorpresa, pese a que en la universidad vivíamos el día a día con una efervescencia impresionante, pero teníamos la esperanza de que fructificaría la propuesta que le hizo Patricio Aylwin a Salvador Allende, consistente en que renunciara, junto a todos los parlamentarios, para realizar una nueva convocatoria a elecciones. Pensé que eso resultaría, porque conocía muy de cerca el proceso y se estaba trabajando para ello”, señala.
Efectivamente, al egresar con el premio a la mejor alumna de la Facultad de Derecho de su promoción a los 21 años le llegaron varias propuestas para trabajar en la empresa privada, pero sólo un llamado le interesó, el del cardenal Raúl Silva Henríquez que la convocaba a un trabajo como su secretaria personal, totalmente ad honorem, donde fue testigo presencial de aquel diálogo que pudo haber evitado la llegada del Gobierno militar y buscar soluciones dentro de la misma democracia.
Un diálogo que llevó a Allende a decir: “Esto es Chile: el Presidente de la República, masón y marxista, se reúne con el jefe de la oposición, en la casa del cardenal. ¡Esto no ocurre en ningún otro país, solamente en el nuestro!”.
“Yo no participaba en esos encuentros, me quedaba afuera, mientras Allende y don Patricio conversaban, pero a la salida el cardenal me contaba todo. Mi ilusión más profunda era que ese acercamiento resultara y, de alguna manera, Allende quería, había aceptado, pero el problema fue que la Unidad Popular lo abandonó. Desde todo punto de vista aquello habría sido una solución pacífica fantástica. Todo nuevo y el presidente de la Corte Suprema como interino. Una renovación total que pudo haber ocurrido. No podía aceptar el hecho de que Chile, un país con una tremenda tradición democrática cayera en una dictadura. Para mí eso era muy fuerte, porque soy
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