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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
  que serví; ella me decía que yo era una de las pocas personas dedicadas a la política que se mantenía en la misma casa. Cuando era ministro de Justicia, la única diferencia era un escolta y un carabinero de punto fijo en la puerta de la casa”.
Durante el período de Pinochet, Soledad Alvear trabajó durante algún tiempo en la Vicaría Pro Paz con el cardenal Raúl Silva Henríquez y fue allí cuando se comenzaron a recibir denuncias de detenidos desaparecidos. “Pedimos una reunión con el ministro del Interior de aquel entonces, el general Óscar Bonilla, porque pensábamos, en nuestra ingenuidad, que las autoridades no lo sabían. Sin embargo, pese a todo, yo noté que esos casos le afectaron mucho, se mostró muy sorprendido. En lo personal, yo nunca pude aceptar el tema de los desaparecidos; supe de casos indescriptibles, terribles, de gente que yo conocí, amigos, compañeros. ¿Cómo es posible que esto ocurriera en Chile? Mis primos eran todos militares, mi abuelo paterno también lo fue; mi tío Carlos Valenzuela era un miembro del Ejército. ¿Cómo estos hombres se transformaron en unas verdaderas bestias?”.
En esas condiciones, durante ese período ayudó a algunas personas de izquierda a escapar; las llevaba a las embajadas; les curaba las heridas producto de las torturas. “Yo no tengo ningún odio contra nadie, pero me cuesta explicar lo que ocurrió; me parezco mucho a la Anita Fresno, la esposa de Bernardo Leighton, que cuando les dispararon y vio a su marido inconsciente, sangrando, lo tomó de la cabeza, y la encontraron, en estado de shock, pidiendo clemencia para con sus enemigos, diciendo: ‘Señor, perdónalos porque estoy segura de que no saben lo que hicieron’. Yo conocí a Pinochet en el Senado y me dio pena verlo, los viejos siempre me dan pena...”.
Y eso que durante el período del Gobierno militar fue duro para ella: “Lo pasé bastante mal; me persiguieron, me espiaron, pero yo estaba firme como roca y los resistí hasta el final, en el sentido que seguí capacitando a las personas sobre la Doctrina Social de la Iglesia; seguía formando gente, porque en ese clima de odio, sentía que esa era la única manera de demostrar que sí existía otra manera de hacer las cosas.
Pronto se puso a trabajar con Andrés Zaldívar en su estudio jurídico y cuando a este lo exiliaron, se quedó con todas sus causas. En el intertanto se hacía un nombre dentro del partido; era cada vez más respetada hasta que llegó la “Campaña del No” y recorrió el país de punta a cabo con la pasión y con la convicción de la que es capaz de sentir, hasta conseguir la esperada victoria.
Después de haber ejercido con tanto éxito sus tres importantes cargos públicos, no fue posible culminar una trayectoria tan brillante con la Presidencia de la República como ella y muchos querían y tampoco renovar su permanencia
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