Page 88 - NUEVE MUJERES, LIDERAZGOS QUE INSPIRAN
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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
dos hijas a uno de los mejores colegios del país, el San Gabriel.
“Nuestros padres no sabían si seríamos buenas o malas alumnas, pero sí sabían que algún día requeriríamos el inglés”, indica.
El nivel de autoexigencia de sus padres, hijos a su vez de progenitores muy rigurosos y austeros, más la autoexigencia personal era notable, todo lo cual hizo que Rosanna Costa y su hermana fueran grandes estudiantes. “Sabía que tenía que sacarme siempre un 7, que un 6,9 era malo. A mí nunca me dijeron tú tienes que ser la mejor, sino que debes superarte, lo cual es una trampa para mí, porque con ese planteamiento nunca se llega a la meta”.
En el colegio fue excelente alumna, pero muy mala para los deportes y atletismo, al punto de que en una oportunidad se quebró la tibia y el peroné. Del arte le gustaba acompañar a su padre a la ópera, y en específico ver y escuchar las obras de Wagner, aunque lo mejor era estar con él.
Le apasionaba la psicología, la historia, las ciencias, pero siempre tuvo facilidades naturales para las matemáticas. Allí donde todos fracasaban, ella ganaba: “A uno le va bien en matemáticas simplemente porque se le pierde el miedo. Las matemáticas te entregan la capacidad de razonar, te ofrecen un orden para pensar, al igual que la filosofía”.
Pero no es tan simple como ella lo plantea. Es verdad que las exigencias familiares tuvieron su papel y el medio ambiente ayudó a impulsar su desarrollo, pero no cabe ninguna duda que la de Rosanna Costa es una mente excepcional. Se trata de una persona con altas capacidades intelectuales, con una añadida rara condición de modestia, porque jamás ostentó de ellas. Es una mujer que nunca se proclamaría como sobresaliente y que sin embargo lo es. En el colegio se llevó todos los premios al egresar; entró a la Universidad Católica con el máximo puntaje en matemáticas y con un promedio de notas de 6,9.
Tiene hermosos recuerdos de la infancia, con padres estrictos, aunque muy cariñosos y protectores. “Ellos eran tremendamente amorosos y acogedores. Los amo de manera entrañable. De hecho siempre quise ser tan buena madre como mi mamá y tan buena profesional como lo fue mi padre, lo que era una ecuación muy difícil de lograr”.
Con sus hijos, eso sí, trata de ser más flexible, porque a ella le costó, en ocasiones, ponerse a la altura de lo que sus padres exigían. “Yo era, además, introvertida; de hecho me relaciono bien con las personas de a una, pero me cuesta más hacerlo en el grupo. Era muy reservada en la universidad y me impuse hacer ayudantías para enfrentar y vencer la timidez. Siempre buscaba
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