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Jóvenes, recuerdo sus rostros en su primera clase de Economía y Política, algunos, curiosos,
otros, distraídos, otros expectantes, otros nerviosos, y yo, dispuesta a estimular su pensamiento,
invitándolos a descifrar mis jeroglíficos en el tablero y animándolos a que se atrevieran a ver más
allá de sus narices, incluso si para algunos ello significaba retarse en las guías control, jajajaja.
Por esos movimientos de la vida que nos va poniendo en lugares precisos, en los momentos en
lo que lo necesitamos, aunque no lo entendamos, nos volvimos a encontrar este año, un año en
el que más necesitábamos, cuidarnos, apoyarnos, escucharnos y acompañarnos; me siento
afortunada por haberlo vivido de la mano de ustedes. Espero que el timbre para las tomas de
contacto, el chat preguntando por qué no se conectaron, la canción de los viernes y los vallena-
tos de cumpleaños, algún eco haya dejado en sus vidas.

Hoy, inician un nuevo tramo de sus caminos en el que demostrarán qué tanto han atesorado de
todas aquellas personas que han tocado sus vidas, de todas aquellas experiencias que les han
dejado cicatrices y de todos aquellos triunfos que los han hecho sentir orgullosos. Pues, final-
mente, son esas las verdaderas herramientas que les permitirán seguir adelante como mujeres
y hombres íntegros, capaces de reconocer y defender la dignidad humana, reconocer y respe-
tar a los demás, y defender y luchar por sus sueños.

Para finalizar, una frase para los momentos de desolación y tristeza: En mitad del invierno apren-
día por fin que había en mí un verano invencible. Albert Camus El verano (1954)