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Desde que tengo memoria, siempre me imaginé cómo y qué iba a decir en esas
palabras que van en el anuario y hoy, después de 14 años estoy aquí con lágrimas en
los ojos y con un sinfín de sentimientos encontrados. Después de tantos años de
esfuerzos, aprendizajes, amigos, alguna que otra lágrima e intentar renunciar varias
veces, puedo decir que terminé una de las mejores etapas de mi vida, con muchas
cosas por contar, pero, sobre todo, feliz y agradecida por la decisión que tomó mi
mamá hace 15 años al elegir el San Ignacio.
Este es un camino que no he recorrido sola, profesores, jardineras, compañeros,
amigos, familia, han contribuido a que sea quien soy hoy.
Mami, gracias, todo te lo debo a ti, mi carácter, mi responsabilidad y las ganas de
hacer siempre las cosas bien, son unas de las tantas cosas que he aprendido de ti.
Gracias por estar ahí en las noches de desvelo por trabajos que, para ese entonces
eran imposibles e interminables, siempre dándome ánimos. Gracias por los 1000
regaños al día, de no ser por ellos, las cosas serían diferentes. Te amo.
Belu, Alejo, Juanma y Lucas, los últimos años no hubiesen sido lo mismo sin ustedes.
Risas, lágrimas, discusiones (mentiras que yo discutía sola), y muchas experiencias
vividas juntos es lo que llevaré siempre en mi corazón con ustedes, estoy agradecida
eternamente por dejarme ser parte de sus vidas.
Fabio, haber sobrevivido a 10° no hubiera sido posible de no ser por ti, gracias.
Y, por último, al colegio, gracias por hacerme la persona que soy hoy, por darme la
oportunidad de conocer a tantas personas y poder aprender de ellas. Por enseñar-
me no solo matemáticas, física o química, sino por darme las herramientas para ser
una gran persona. Siempre en mi corazón y eternamente agradecida.