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Parece poco, pero ya han pasado siete años desde que entré al colegio, un lugar que me ha
                                                     dejado muchas experiencias, amigos incondicionales y grandes maestros. Quisiera empezar
                                                     dándole las gracias a mi familia por hacer posible el estar en el colegio y por siempre apoyar-
                                                     me en todas mis decisiones; gracias a esos maestros que marcaron esta etapa de mi vida; a
                                                     Jhon Freddy, quien me acompañó durante 3 años y me mostró el valor de una sonrisa; a
                                                     Muñetón que te alegraba el día con su “ay no, me va a hacer llorar” o con los libros que nos
                                                     leía; a Godoy por acompañarme en un momento muy difícil de mi vida, por ayudarme y acon-
                                                     sejarme como una mamá. Gracias a esos amigos que nunca me han faltado: a Mariana, quien
                                                     se convirtió en mi mejor amiga del alma; a Sofía, a las lindis, a Juancha, a Gómez, a Pedro,
                                                     Cocho, Andrea, Natalia, Santi Uribe que era como mi mejor amigo, Héctor, y a la galaxia con
                                                     quienes compartí la mayoría de los años en el colegio y me reí a más no poder. Gracias a mi
                                                     primer grupo de amigos, “puntico”; a aguardiente, quienes alegraron mis últimos años del
                                                     colegio y con los que viví los mejores días. Con todos ellos y más personas viví experiencias
                                                     inolvidables que dejaron huella en mi vida.
                                                     Encontré una pasión durante mis años en el colegio: el baile, algo que me llenó de vida, me
                                                     enseñó la disciplina y trabajo en equipo, y espero no dejarlo con el tiempo. Cada esfuerzo,
                                                     cada competencia y cada entrenamiento por más que lo odiáramos los viernes en la tarde
                                                     valió completamente la pena,  y por  esto siempre recordaré y estaré agradecida con mis
                                                     entrenadores Adrián y Sergio.
                                                     No puedo dejar de lado momentos como los cursos de pastoral: DELIMI, LIFOLI y SJR que me
                                                     permitieron tener  una vista más amplia del mundo y  conocer  personas increíbles; cada
                                                     molestada en clase con Luzma, dormir en clase de biología, las clases de religión de décimo
                                                     con Mauricio quién nos guió y siempre nos brindó una sonrisa al entrar y salir de clase.
                                                     Llevaré en mi memoria cada lágrima, trabajo, risa, euforia, y hasta rabias porque de cada uno
                                                     de esos momentos me llevo grandes enseñanzas que marcaron esta etapa de mi vida. En fin,
                                                     gracias, promoción 2020, por ser parte de mi vida y quedarse para siempre en mi corazón.
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