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Recuerdo que lloré en mi último día en el infantil, sentía nostalgia porque no iba
                                                     a volver a jugar en el arenero, pero también sentía miedo por enfrentarme a
                                                     nuevas personas, a correr para llegar a la cafetería antes que los grandes y a
                                                     tener que acostumbrarme a un nuevo lugar. Podría decir que el sentimiento
                                                     que tengo en este momento es parecido, solo que esta vez no seguiré viendo
                                                     paredes amarillas todos los días, tampoco estaré con mis amigos cinco días a
                                                     la semana, y mucho menos tendré que correr para comer, pero sí tendré que
                                                     enfrentarme a retos mucho mayores.
                                                     Este espacio no es para nada más que agradecer: a los profesores que me
                                                     vieron y ayudaron a crecer  como  persona, que me  enseñaron lo que es
                                                     sentirse frustrada pero también lo bien que se siente lograr algo; a mis amigos,
                                                     por sacarme mis mejores risas y hacer que mi paso por el colegio fuera una
                                                     experiencia memorable; a Shanna, que aunque claramente no va a leer esto
                                                     ha sido mi mejor amiga y compañía; a mi hermana, por no dejar que me entra-
                                                     ran a un colegio solo de mujeres y cuidarme como si fuera otra mamá; a mis
                                                     papás, gracias por haber escogido el mejor colegio para mí, por todos los
                                                     sacrificios que hacen para que siempre esté bien, por educarme, llenarme de
                                                     valores y ayudarme a convertirme en la mujer que soy hoy; y, por último, a
                                                     Dios, por poner a gente bonita en mi camino y llenarme de bendiciones, una
                                                     de ellas, traerme aquí.

                                                     Gracias CSI, siempre estaré orgullosa de ser Ignaciana.
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