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Por fin llegó el tan esperado día en el que termina todo, en donde por fin me
alejo del lugar que desencadenó una serie de acontecimientos que marcarán
mi vida para siempre, del lugar que por momentos robó mi paz, mi felicidad y,
por poco, mi futuro; del lugar en donde algunos sentían que había algo mal,
pero ninguno se atrevía a opinar o actuar en contra de su proceder; del lugar
que algunos llamábamos “cárcel”. Pero, sin duda, no todo lo vivido en dicho
lugar fue malo, debido a que sin él no tendría las fantásticas amistades que
tengo hoy, no estaría ni cerca de tener la madurez que tengo hoy, o no tendría
mi futuro tan claro como lo tengo hoy, así que, por eso, hoy soy capaz de decir,
¡gracias, San Ignacio!