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“La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la
                                                     belleza jamás envejece”. (Franz Kafka).
                                                     Este escrito no solo es para mí, es para toda mi familia y para todos mis compañeros. En este último año de mi
                                                     formación, me he dado cuenta de bastantes cosas, tanto de mí mismo como de mis compañeros, de cómo hemos
                                                     crecido a lo largo de los años en el colegio, codo a codo, viviendo en una sola unión; hemos crecido casi todos por
                                                     14 años en esta institución, durante los cuales, siendo totalmente sincero, han sido estos últimos los que mejor he
                                                     pasado, las amistades que se crean y se refuerzan, el estrés por los trabajos de algunos profesores (mis compañeros
                                                     ya sabrán quiénes son, no pienso dar nombres acá), y a pesar de lo que algunos me hicieron vivir, el cariño generali-
                                                     zado que tengo yo por mi promoción; no busco autocompadecerme, no es necesario revolcarme en mi dolor, sino
                                                     agradecer, a toda mi generación, por forjar, golpear y templar el acero de mi alma; a mis padres, por siempre velar por
                                                     mi bienestar y mi educación; a mis profesores amados y odiados, por darme las herramientas para sobrevivir en este
                                                     mundo moderno y por último, pero no menos importante, a la institución en sí, por acogerme en el nido que es el
                                                     colegio san Ignacio y hacerme crecer, en conocimiento y en espíritu. Todo lo que me ha dado este colegio ha sido
                                                     hermoso, experiencias, conocimientos y en algunos casos reprimendas, que nos forman a todos como somos hoy,
                                                     nos enseñaron a ver la belleza en el mundo, a apreciar todos sus matices y colores, sin importar su origen, dejando
                                                     en claro que las herramientas nos las dan ellos, pero el camino los formamos nosotros. Todavía recuerdo mis primeros
                                                     años en preescolar, donde cualquier cosa era motivo de risas inocentes, todos nos queríamos, no existía resenti-
                                                     miento alguno, y como dice la frase del inicio, veíamos la belleza en cada nimiedad que la vida nos ponía adelante,
                                                     jugando con ella y levantándonos si nos hacía daño. Los primeros años siempre fueron los mejores, ¿verdad? Ahora
                                                     solo puedo mirar hacia atrás con nostalgia de esas épocas más sencillas, pero veo nuestro tiempo y veo que esa
                                                     belleza no desapareció, sino que se transformó con nosotros, creciendo y cambiando con cada año que pasamos
                                                     en el colegio, y veo que, como la mariposa que sufre su metamorfosis, nosotros hemos pasado de ser simples pero
                                                     bellos, a ser seres tan complejos, pero tan hermosos a la vez y con una belleza tan radiante que opaca la de nuestras
                                                     versiones pasadas. Así que, a todos mis hermanos y hermanas de crianza, y a todos los jóvenes que vendrán
                                                     después de nosotros, les quiero dejar un mensaje: por favor, vivan, y mientras viven, vean la belleza latente en todo lo
                                                     que existe, manténganse fieles a sus creencias, y nunca crean que esa belleza desaparecerá o ya desapareció, pues
                                                     esto no es posible, la belleza solo se transforma en algo diferente, algo más grande, bello y majestuoso que su origen.
                                                     Dicho esto, me despido de ustedes, mis amigos, mis compañeros, mis hermanos; les deseo lo mejor para su futuro,
                                                     espero que sus vidas prosperen en los años venideros, y que, por más años que pasen, no dejemos de hablarnos, no
                                                     olvidemos quiénes nos ayudaron a cambiar y a crecer. Y muchas gracias por ser quienes me acompañaron en este
                                                     proceso.
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