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Como  todos, nunca  imaginé  que estaría  terminando  mi etapa escolar  de esta
                                                     manera, escribiendo esto con un pequeño vacío de mi último año como estudiante
                                                     del colegio. A pesar del año que nos tocó, mi corazón queda lleno de personas y
                                                     momentos que marcaron la persona que soy ahora y de la cual estoy muy orgullosa.
                                                     Primero, debo agradecer  las palabras del padre rector Horacio  Arango  que me
                                                     recibió en el 2016 con una frase que sigue en mi memoria intacta y que definitiva-
                                                     mente caracteriza el colegio “Formamos no para ser el mejor colegio de la ciudad,
                                                     sino el mejor colegio para la ciudad”. Una de las cosas que me llevo por siempre es
                                                     esa filosofía ignaciana que no nos permite ser indiferentes a las situaciones de hoy,
                                                     que valora el liderazgo y la empatía. En estos cuatro años aprendí el verdadero valor
                                                     de amar, de servir, la amistad y la dedicación.
                                                     Segundo, agradecer a todas las personas que me acompañaron en este recorrido. A
                                                     toda mi familia, que me hace sentir afortunada y feliz y en donde siempre he encon-
                                                     trado  un verdadero  hogar.  A  los profesores que cada día  enseñaban  con tanta
                                                     paciencia, que admiro y valoro profundamente, a Santi Aristizábal, Muñetón, Anita,
                                                     Gracia, el Zorro. A mis dos profesoras de ballet, Pauchi y Maria Te. A Nati Godoy y
                                                     Gracia, los mejores acompañantes que me pudieron haber tocado.
                                                     Por último, a mis amigos. Hicieron de cada día una aventura llena de risas y momen-
                                                     tos completamente extraordinarios. Me enseñaron a no tomarme las cosas tan en
                                                     serio y a disfrutar cada segundo. Les debo gran parte de mi felicidad en este recorri-
                                                     do. Sé que, sin ellos, no habría valido la pena recordar estos cuatro años.
                                                     Tantas personas quedan en mi corazón, sería imposible poner en perfectas palabras
                                                     lo agradecida que estoy de haber crecido y aprendido junto a todos ellos.
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